lunes, noviembre 16, 2015

Benvenuto, Cellini !

 
Ay qué nervios previos con el Benvenuto Cellini de Berlioz en el Liceo de Barcelona.

Primero, amenaza de huelga de empleados del Liceu. No desconvocada hasta dos días antes del estreno. Luego, el rollo de la 'desconexió'. "¿Y te vas a ir a Barcelona con la que está cayendo?" me preguntaba alterada mi madre como si al pasar por Fraga tuviera que atravesar la temible "línea Calçot" de fortificaciones para evitar la entrada de los tanques en Cataluña.


Y, pasando ya de coñas, lo más grave: la ópera Benvenuto Cellini, de Berlioz, que las veces que he intentado escuchar me ha parecido un tanto ladrillo. Pesadota, pesadota. ¿Iba a aguantarla? Y más aún después de la típica comida con amigos que se alarga hasta las mil. Uffff.

Pus nada, superada la comida en La Clara con siesta reparadora y sobredosis de cafeína, a las 8 y un minuto de la tarde se alzó el telón para el Benvenuto.

Para el propio teatro lo más atractivo de la producción era la puesta en escena a cargo de Terry Gilliam, siendo tannnnn burdos de anunciarla como producción de "Monty Python", cuando hace ya décadas que Gilliam tiene su propio estilo y mundo de imágenes particular. Pero hay que hacer caja, nena. Y más con la barbaridad de subida de precios y cambios de zona que han organizado en el Liceo.


Una vez vista me reafirmo en lo "peculiar" que es esta ópera. Porque es rara, rara, rara.

Empieza que parece que va a ser cómica, y luego torna a lo dramático y termina de forma épica, con un argumento en el que aunque pasan "cosas" no es que haya mucha progresión dramática. Y yo diría que la razón está en la partitura: tiene una estructura muy clasicota con muchas repeticiones que ralentizan toda acción. El universo musical de Berlioz tiende a la grandilocuencia, y aquí se nota. 

Afortunadamente la dirección musical de Josep Pons estuvo a buena altura y sacó mucho jugo, llegando a crearme la sensación de globalidad que esta obra necesita. Intenso cuando tenía que serlo y delicado cuando tenía que acompañar. Muy bien la orquesta del Liceu.


Respecto a los solistas... bien de estilo, cortos de volumen.

John Osborn tenía a sus espaldas el difícil rol de Cellini. Tesitura inclemente, necesidad de saber hacer un canto ligado y fraseado y gran traca heroica final. Lo consiguió, recreándose en el fraseo y pronunciando perfectamente, un estilo francés inmejorable. 
Ahora, el volumen. No es por nada, pero me hacía falta sonotone. O fue intencionado o se guardó todo para el final. Ahí sí que le pongo pegas.

Teresa fue Kathryn Lewek, soprano ligera que cuando la orquesta se pone un poco espesa o el papel requiere más voz se resiente. Se empleó a fondo en el aria de entrada, haciendo cosas exquisitas en las agilidades. Después se fue ya diluyendo entre el resto.

Annalisa Stroppa estuvo excelente como Ascanio, con un timbre penetrante y disfrutando del papel.

Eric Halfvarson está mayorcete, pero dio el tipo como papa. La concepción escénica del rol, excesivamente cómica y destinada a sacar la risa fácil, me pareció excesiva, sobre todo porque su papel es bastante terrible: por un lado perdona en nombre de la siempre misericordiosa iglesia católica, pero por otro lado está deseando mandar a Cellini a la horca.

Correctos Muraro y Holland como "los malos" y bastante bien los secundarios Vas, Lanchas, Esteve y Comas.

El coro tiene unas muchas intervenciones y no todas fáciles. Bastante rotundo, muy audible y en la escena del Carnaval un poco cada uno por su lado. Pero vamos, bastante bien.


Y ahora el tema estrella: la producción de Gilliam.
Sinceramente, muy buena y, lo que es muy importante, al servicio de la ópera.
Lo más facilón sería destacar lo sobrecargado de la puesta, lo excesivo, lo circense. Pues mira lo que te digo, eso será lo más vistoso, pero es lo más anecdótico.
Lo interesante de esta producción es cómo Gilliam mueve los elementos escénicos (básicamente una estructura constructiva y dos escaleras) para conseguir los distintos ambientes.
Y la casa es una casa, el taller es un taller, el teatro es un teatro y el bar un bar. Punto.
Gilliam no se inventa nada ni quiere hacernos ver cosas que no hay.
Y la escena del carnaval es como debe ser: una fiesta.

 
Aparte, visualmente es súper efectiva. Después de la escena del carnaval mantener el interés visual en el tercer acto era difícil, y lo consigue.
Luego tiene alguna boutade como lo del papa o chistecillos un poco accesorios pero vamos, que no se pasa.
Lo que se ha conseguido es una producción visualmente espectacular y respetuosa con el libreto. Muy bien.

Con todo, una muy buena velada de ópera, de las memorables.
Benvenuto seas, Cellini


Hector Berlioz
Benvenuto Cellini
Liceo de Barcelona, sábado 14 de noviembre de 2015.
John Osborn, Kathryn Lewek, Annalisa Stroppa, Eric Halfvarson, Maurizio Muraro, Ashley Holland, Francisco Vas, Valeriano Lanchas, Manel Esteve, Antoni Comas.
Josep Pons, Terry Gilliam





La ópera empezó a las 8:01 por el minuto de silencio por los atentados de París. Qué horror, sin palabras.

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miércoles, noviembre 04, 2015

Alcina, ay Alcina

 
Alcina, de Händel, en el Real. ¡Ay!

Ópera puñetera donde las haya, porque es larga larga y, aunque ocurren cosas, pasan todas fuera de escena. Para que salga redonda se necesitan intérpretes de nivel o una concepción escénica interesante (mejor las dos cosas a la vez, claro), porque si no se puede hacer muuuy cuesta arriba.


¿Y qué ha pasado con esta Alcina?
Que, señores, no puede ser que nos empecemos a animar con el último número del primer acto, cuando ya llevamos más de una hora metidos en las comodísimas butacas de Paraíso del Teatro Real y hayamos estado sujetándonos la cabeza para no echar la primera roncadita.

¿Tuvo la culpa quizás la dirección musical de Christopher Moulds? Sí, la orquesta sonó muy bien, pero ese primer acto fue plano, plano, sin contrastes.


Sofia Soloviy (Alcina) no existió hasta el segundo acto. A ver, Alcina tiene que pasar del amor a la desolación pasando por la furia y la ensoñación. Esto hay que matizarlo mucho. Y la soprano lo hace, pero fue de menos a más, sólo en el momento en que empieza a encolerizarse aparece el personaje. Muy bien, una cantante muy completa, bien de timbre, de proyección y de agilidades. Me gustó bastante.


Yo pensaba que María José Moreno, desaparecidísima de los carteles madrileños durante muchos años y de la que sólo tenía referencias "en provincias" estaría en etapa de declive. Pues no. Qué va. Qué timbre tan bonito, qué voz tan fresca, limpia, ágil, amplia. Una auténtica delicia volverla a escuchar. Aparte, interpretativamente sobresaliente. La mejor.

El resto del reparto lo calificaría de "modesto", sin más. Al Ruggiero de Josè Maria Lo Monaco le faltaba brillo, la Bradamante de Noldus se quedaba sin volumen y los secundarios cumplieron el expediente.


¿Y qué ocurrió con la puesta en escena?
Pues parte de una idea feliz: La isla de Alcina es un teatro al que Ruggiero acude a escapar de su aburrida realidad. Y Bradamante lo rescata para llevarlo de nuevo a su vida aburguesada y familiar. 
Pero ¿cómo se desarrolla?
De una manera totalmente caótica: nada tiene que ver con nada, todo está lleno de supuestas alegorías que, o nos las explican, o no las entendemos, metiendo bailecitos que no vienen a cuento.
El director de escena parece que no sabe qué hacer con una ópera tan larga.
Después de verla, creo atisbar la concepción escénica global, que me parece bien, pero su ejecución es muy chapucera.

Y mira que al argumento, aunque no pase nada en escena, se le puede sacar jugo. Coño que hay una bruja, una hermana casquivana, un caballero hechizado, una novia coraje, un niño buscando a su padre convertido en bestia. Pues no, la magia brilla por su ausencia. 
Pues chico, si vas a hacer algo sin sentido, por lo menos que sea espectacular y nos entretienes un poco. Pero es que además los decorados eran cutres a más no poder.
Me gustaron: el final del segundo acto (el ocaso de Alcina) y la escena final del tercer acto (cuando vuelven a la ciudad en la que los sueños se hacen realidad, con el momento cómico de "romper la urna" [spoiler]Ruggiero desvirga a Bradamante[/spoiler]).


En fin, que no se queje nadie de que el público es poco entendido y se marcha en los descansos. La función fue para arriba a partir del segundo acto, pero el nivel no era precisamente de campanillas.

¿Valoración global? Aprobado, nada del otro jueves pero yo disfruté mucho la música.


Otra cosa: la ópera termina a las doce menos veinte que, con los aplausos mínimos, se te pone en salir del teatro a menos diez. Autobuses normales ya no hay, y el metro pasa cada quince minutos. Menos mal que me saqué los horarios de pasos de metros por la estación de Ópera y conseguí organizarme para pillar el de las 23:57. Pero vamos, que estaba llegando a casa a las mil y monas. 
No, para una ópera de más de tres horas se debería adelantar el horario, ¡cojostio!


Otra cosilla: ¿te acuerdas que comenté lo de la wifi del Real? Pues tirarme media hora en el Devereux para registrarme vía Facebook no me sirvió de nada: ayer tuve que hacerlo vía email. ¡Viva!

A ver si tengo ganas y un día comento la Alcina de Aix de este verano, que también tuvo su tela.



Georg Friedrich Händel
Alcina
Sofia Soloviy, Josè Maria Lo Monaco, María José Moreno, Angélique Noldus, Johannes Weisser, Anthony Gregory, Francesca Lombardi Mazzulli
Christopher Moulds, David Alden
Teatro Real, Madrid. Martes 3 de noviembre de 2015 


Mira

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