lunes, diciembre 27, 2010

El caballero de la rosa


Der Rosenkavalier aterriza en Madrid como gran baza para la temporada navideña y a mí me toca en el abono la última función, es decir, es imposible no estar influido por críticas de prensa o por los habituales comentarios en los foros o blogs de internet. Pero lo conseguí, no leí nada y sólo me llegaron algunos apuntes, y todos decían que eran unas funciones de muy alto nivel.



Suficientes como para quedarme perplejo en el primer acto. ¿Esto es lo maravilloso maravillosísimo? La orquesta renqueante, la mariscala inaudible y todo con un aire "discretito discretito". La leche. Me quedaban todavía dos actos y is amigos estaban celebrando una cena de navidad a tres pasos de allí. Vamos, que las tentaciones para salir pitando me rondaban por la cabeza.

Afortunadamente no lo hice, porque la función levantó el vuelo en el segundo acto y terminó con un tercero precioso.

Pero es que el primer acto... menudo tostón. La orquesta sonaba embarullada y sin ningún brillo. Anne Schwanewilms empezó no fría, lo siguiente. Debe ser que se tomó muy en serio la introspección del personaje y se lo metió tan dentro que los demás ni nos enteramos. Cuando la Mariscala dice eso de "me has peinado como a una vieja" y hasta el final del acto se nos tiene que caer el alma a los pies, y no, fue igual que si dijera "este yogur está caducado". No se trata de cantar piano o de que las mariscalas tengan que tener un torrente de voz (recordemos a la última mariscala en Madrid, una deliciosa Felicity Lott hace diez años), es que la Anne no existía o tenía una mala noche. Ya en el monólogo como que se metió en el papel, pero era tarde, porque nosotros no estábamos metidos en la ópera.


José Manuel Zapata sacó adelante al tenor italiano, graciosísimo en la interpretación y con los agudos apoyados y con esa incertidumbre que hace que pienses eso de "aaaaay, que no va a llegar".

Afortunadamente estaba Joyce DiDonato, metida del todo en su papel, con una muy buena interpretación de Oktavian. Graciosa sin pasarse, suficiente de volumen e intención. Muy bien, me gustó mucho y fue la que salvó el primer acto.


Menos mal que las cosas mejoraron, y para mucho, a partir del segundo. Tate consiguió despertar a la orquesta y sacó todo el jugo a esos valses decadentes de Strauss. De Richard, no de Johann, que ya conozco anécdotas de personas disgustadas en un concierto Strauss por escuchar los cuatro últimos lieder en vez de valses.

Lo dicho, la orquesta, a partir de entonces, estupenda.

Franz Hawlata fue el típico barón Ochs. Justito de voz pero haciendo todos los aspavientos y exageraciones que tocan.

Laurent Naouri muy bien como Faninal, tanto en lo vocal como en lo escénico. Lo que se dice un lujazo de secundario, vamos.


Y Ofelia Sala cumplió bien con Sophie y se sacó unos agudos bien bonitos en la escena de la rosa, perfectamente emparejada con DiDonato. Aparte, también en lo actoral estuvo muy apropiada.

En el tercer acto apareció por fin la Schwanewilms, derrochando la prosodia y expresividad que nos birló en el primer acto. Y con volumen y belleza tímbrica. Menos mal. El trío final, con todos inspiradísimos, llegó a niveles muy altos y conseguí salir de la representación con esa mezcla de sentimientos de ensoñación/resignación desencanto/esperanza que esta ópera te mete en el cuerpo.


La producción es de Wernicke y está disponible en un vídeo con las Fleming, Koch y Damrau y aún así el Teatro Real tiene el morro de anunciar "nueva producción EN el Teatro Real" para confundir al espectador.


Consiste en una serie de paneles con decorados y espejos que los reflejan, formando un estético efecto óptico. Desde Paraíso por lo menos se veía muy logrado. No me hicieron falta pelucas, lámparas ni muebles rococó. Creo que es una ópera que se presta mucho a recargarse de decorados pero que al final estorban. Me gustó mucho la propuesta de Wernicke.

Vamos, que salvo un primer acto bastante bodriete, la sensación final fue de noche más que satisfactoria en el Real y perfecto anticipo de atracón de polvorones y turrones para la navidad.





Richard Strauss
Der Rosenkavalier
Anne Schwanewilms, Joyce DiDonato, Ofelia Sala, Franz Hawlata, Laurent Naouri, José Manuel Zapata
Jeffrey Tate, Herbert Wernicke
Madrid, Teatro Real, miércoles 22 de diciembre de 2010

lunes, diciembre 20, 2010

Manon en Valencia



Segunda vez que voy a Valencia a Les Arts y me reafirmo en mi opinión: Calatrava hace los edificios para que se vean, no para que los seres humanos los utilicen. Esta vez tenía una butaca de segundo piso lateral. Buena visibilidad porque hace mucho que cambiaron la orientación para que los espectadores vieran el escenario y no a los del lateral de enfrente. Pero se les ha olvidado una cosa: no caben las piernas y la rodilla te pega con una barandilla que tendrá sus buenos veinte centímetros de ancho. Absurdo.


Por otro lado el público valenciano es curioso: en cuanto la temperatura baja de los 20 ºC aquello se convierte en un desfile de visones y ramuskés. Hay que entenderles, tienen pocos días de frío al año. Qué pena que el sábado lloviera, había menos de los habituales. En cuanto a comportamiento, en la función del sábado creo que sólo sonó un móvil (no es la tortura telefónica del Teatro Real) y no hubo demasiadas toses (aunque, como siempre, en los momentos más inoportunos). Eso sí, la gente habla. Mucho. Mucho más que en el Liceo, que ya es decir. En cuanto los cantantes se callan, aunque la música siga, todos a comentar.

Y fui a ver la Manon massenetiana.

Quería llevar a mi tx a que conociera el teatro y, por fechas y producción pensé que era la más apropiada. Meeeeec. Error. Se aburrió. La música no le motivó mucho no le gustó el argumento. Pobre, era la segunda ópera sobre Manon que veía, ya lo llevé a aquel Boulevard Solitude del Liceu.

Y es que Manon es pesadita. El primer acto, salvo que la soprano haga el premier voyage sensacional, es una plastez, y el segundo no se anima hasta la petite table y el fermant les yeux. El tercer acto es el más vistoso, con la gavota y el maravilloso cuadro de Saint Sulpice y luego la ópera decae otra vez hasta el emocionante final. Está a caballo entre la grand ópera francesa (los cinco actos, el ballet) y un lenguaje operístico más evolucionado, pero no tira ni para uno ni para otro. Y se hace larga, sí.

Tengo una grabación en la que se prescinde del cuadro del Cours de la Reine y la gavota la cantan en el Hotel de Transilvania, plus algunos cortecitos de más. Sí, ya lo sé, es un sacrilegio, pero aligera la ópera y condensa lo mejor de su música.

Mi tx se desesperó con el argumento: ¡Pero bueno!, me decía, dos horas con que te quiero no te quiero nos fugamos y nos volvemos a fugar... ¡y luego en diez minutos lo despachan todo y no te enteras de lo que ha pasado!
Ay pobre, sólo falta que le lleve a la Manon Lescaut de Puccini y que alucine en colores cuando de repente aparezcan en el oeste americano.


Nada más sentarnos y apagarse las luces, voz en off. Yo pensé que era para decir que apagáramos los teléfonos pero no, nos avisan de que el tenor Vittorio Grigolo sufre una indisposición y en su lugar el papel del Caballero Des Grieux lo va a cantar Jean-François Borras. Fantástic, cancela el director de orquesta, cancela el tenor. Miedito daba, sobre todo después de lo que me habían contado de que a la prota no se le oía nada y que la orquesta tapaba todo.

Pero mira, no. Hay veces que una conjunción de elementos adversos consiguen que todo el mundo se intente superar un poco y lograr una buena noche. Y, sin ser un despiporre de decir que fue excepcional y maravillosísima, para mí fue una muy buena velada.


La orquesta parece que escuchó las críticas de anteriores funciones y no estuvo tan decibélica como me habían contado. Efectista y contundente en los momentos culminantes, sí, pero sin ser una tralla. Eso sí, poco matizada en las partes líricas.

De Ailyn Pérez me temía lo peor, francamente. Y no. No tuve ningún problema para escucharla, así que su tan cacareada falta de volumen no la aprecié yo. El timbre me recordaba en los graves al de Victoria de los Ángeles -con reservas, claro-, arriba es más ligera y llega al agudo sin dificultad (sí, vale, los sobreagudos se le abren y las agilidades ahí ahí, pero a ver quién es la guapa que aguanta el papel sin despeinarse). Consiguió muy buenos momentos en la petite table (¿hacía falta que se despatarrara sobre la mesa?) y en el final. Creo que es una Manon más que convincente y trabajada.


El problema viene con las comparaciones. Hay tantísimas referencias ya que es imposible no hacerlo. Además, cada Manon es un mundo aparte. De los Ángeles, Sills, Gheorghiu, Caballé, Cotrubas, Dessay, Damrau, Netrebko, Freni. Cada una hace suyo el papel y lo lleva a su terreno. Ailyn Pérez no llega a crear una Manon de referencia y característica, pero se adecúa al papel, al estilo y salva con notable la parte.

Des Grieux es ya otro cantar. Estamos acostumbrados en los últimos años a interpretaciones italianizadas y casi veristas: Villazón, el Alagna de los últimos tiempos (no el de sus principios, ojo), el mismo Grigolo. Es un papel muy goloso para un tenor porque con cuatro exageraciones y dos golpes efectistas se come la representación. Luego pasa lo que pasa, que llega el fermant les yeux y no son capaces de plegarse al estilo y a la delicadeza de la música.


Borras llegó deprisa y corriendo, según cuentan, el mismo sábado para hacerse cargo del papel. Se notó en cierto nerviosismo en el movimiento escénico, en un par de frases que se le olvidaron, en la apuntadora que le soplaba el texto como una loca y en un vestuario que le sentaba como un tiro. Vale que el chico no es el figurín de Grigolo sino que más bien tira a osito con sobrepeso, pero por favooor, esos pantalones con la cintura debajo de los sobacos como si fuera Julián Muñoz...

Vocalmente fue todo lo contrario a los Des Grieux vociferantes y veristas que comentaba. Idiomático, refinado y sin excesos. Vale, su Fuyez no es tan efectista, pero el papel en conjunto le iba muy bien. Y además cuando quería pegaba unos pepinazos arriba que temblaba el misterio. Me pareció que si se lo curra puede llegar a hacer cosas muy interesantes.

Fue calurosamente aplaudido por público y resto de sus compañeros.

Pues eso, que básicamente los dos protagonistas estuvieron en su sitio, defendieron notablemente sus papeles y mantuvieron el interés de la función

Del resto de cantantes, Ruciński estuvo correcto, con la voz un poco "seca" y Aceto exhibió graves. Emilio Sánchez fue el único que interpretó además de cantar, y las tres chicas pegaron los gritos de grulla que requieren sus roles (no las culpo a ellas, son unos papeles ingratísimos, sólo comparables a las Mercedes, Frasquitas y el dúo de graznadoras de la Lecouvreur).


Huy, la puesta en escena, que se me olvida.

Es una versión actualizada a los años 50 del siglo XX, muy colorista y sin exageraciones ni provocaciones. Manon lee una revista de cine y sueña con ser una estrella, los focos la persiguen hasta su final muy en plan Lo Que El Viento Se Llevó. Está bien, pero los decorados tienen un punto cutre de baratillo que lo desluce un poco. Me imagino que vista en vídeo ganará porque no cantarán tanto las estatuas o el tren de cartón. De hecho, en las fotos se ve mejor que en el teatro. Quizás una iluminación más cuidada diera más juego. Pero vamos, bien, muy vistoso y entretenido todo. Y más que correcto el movimiento de cantantes y coro. Muy bien resuelta la escena de Saint Sulpice con el coro de beatas y luego cada uno de los cantantes a un lado de la reja.


La producción está editada en DVD/BluRay con Netrebko y Villazón y hay varios youtubes por ahí danzando.



Jules Massenet
Manon
Ailyn Pérez, Jean-François Borras, Artur Ruciński, Raymond Aceto, Emilio Sánchez, Andrea Porta, Ilona Mataradze, Ekaterina Metlova, Natalia Lunar.
Jordi Benàcer, Vincent Paterson
Palau de Les Arts Reina Sofía, Valencia, sábado 18 de diciembre de 2010.

Mira

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